Cada film abre un mundo (o un cinemundo, como dice Jean-Luc Nancy). Por esto, el camino, y el road-movie como género, son más que meros tropos, másque simples metáforas para la película: son los sensorimotor schemata del cine pavimentando su propio camino. El problema de la sincronización por lo tanto se reformula como routing de los sentidos, cada vez en un sentido singular, como su colisión, donde sus trayectorias se cruzan. El artículo analiza el curso filmado por los ojos y oídos de un número de films como Blow Out (Brian DePalma, 1981), Lost Highway (David Lynch, 1997), and Deathproof (QuentinTarantino, 2007).