Para Tomás de Aquino (salvo un pequeño impasse al inicio de su enseñanza cuando comentaba las Sentencias), lo mismo que para los maestros parisienses, es claro que las criaturas no pueden crear. Ahora bien, negar una posibilidad no equivale a justificarla, y el Aquinate se esfuerza en argumentar esta imposibilidad en llos distintos lugares donde aborda el tema de la creación. Éste, en realidad, supone dos problemas distintos: por una parte, se trata de determinar cuál es el límite de la causalidad de la criatura y, por otra, cómo puede participar en la causalidad divina. Los argumentos que presenta Tomás revelan el trasfondo metafísico de la cuestión y manifiestan su comprensión relativa a la causalidad del ente creado.