Discursos «feministas» en boca de damas de comedias de Tirso de Molina
El riquísimo teatro español de la Edad de Oro –sus creadores– hizo un regalo impagable a nuestra sociedad: permitió ver en un escenario a personajes que se comportaban de manera asombrosa e inconveniente para su tiempo, rompiendo las normas sociales, y con ello pintaban un horizonte futuro en que quizás fuera real lo que se presentaba como deseable y justo. Eran ficticios, inventados, pero parecía de verdad lo que hacían y decían; y podían asombrar o incluso escandalizar al espectador, pero le ofrecían ideas que tal vez no se le hubieran ocurrido, o sí, pero casi seguro no se atrevía a verbalizar. Me voy a adentrar en el terreno en que esto sucede sin castigo, utilizando la diversión como finalidad: la comedia. No lo hago en el del entremés porque lo bufo, la burla, la exageración le da una vuelta de tuerca excesiva a los sucesos, a la transgresión, y aleja esa sensación de ser espectadores de algo real y posible que nos da el género mesuradamente cómico.