Recuento de los animales en la poesía de Rubén Darío, Ramón López Velarde y Rubén Bonifaz Nuño
Al leer a Rubén Darío, Ramón López Velarde y Rubén Bonifaz Nuño advertimos una presencia animal que es constante y variada en la fatal, suave y ardiente poética de los respectivos autores. Dicho recurso traza una alteridad fáunica o faunística que los asocia, yendo de pájaros y aves que no vuelan a perros e insectos. El bestiario se actualiza de lo divino a lo mundano, del cielo a la tierra, de los colores al gris, del interrogante a la exclamación, de lo mayúsculo al músculo, del cisne a las hormigas. Si en Darío prima la naturaleza, el color y el cantar melódico de cisnes, faisanes y alondras, en López Velarde el sonido lo va oscureciendo una mancha urbana que se extiende hasta Bonifaz Nuño. Recién cumplidos los cien años de la muerte del nicaragüense, el centenario también de la publicación de La sangre devota, del jerezano, y los sesenta años de Los demonios y los días, del jarocho, nos basamos en tres poetas fundamentales para la evolución de la poesía mexicana contemporánea; cuya simbología o desdoblamiento animal explica el crecimiento de las ciudades, la repetición de motivos anónimos que van empequeñeciéndose y, al cabo, acerca los límites entre lo humano y lo animal para plantear, desde el poema, un análisis de las formas de habitabilidad urbana.