En función de las conexiones profundas entre educación, sociedad y desarrollo, se establecen tres categorías que enmarcan lo concerniente a los factores sociales de la educación: demanda educativa, necesidades educativas y servicios educativos. Las universidades, por su propia naturaleza, siempre han estado influenciadas por las transformaciones<br />históricas. Esto se explica por el hecho de que tienen por actividad fundamental el germen, cuidado y desarrollo del saber. En este orden de ideas, sus herramientas son la pesquisa, la búsqueda, la refutación, el debate, la lógica, la duda, entre otras. En este orden, las universidades no son ajenas a los cambios y transformaciones históricas. Precisamente, este tejido volitivo, de carácter macrosocial, de glocalidad determinada, surte de un marco complejo al quehacer de estas instituciones educativas. En la modernidad, ya no se trata solo de una universidad que hace frente a la transmisión del saber; se trata de una organización educativa que ha de responder a las exigencias sociales, en sus relaciones de centro y periferia, tratando de entablar protagonismo y vigencia intelectual, así como calidad en los procesos de enseñanza-aprendizaje, bajo los principios de viabilidad económica. Precisamente, por estas características, resulta evidente que la contribución de la universidad, en su relación dialógica con la sociedad, ha hecho posible la formación y desarrollo de los estados democráticos modernos. Sus basamentos son de carácter axiológico: la educación cívica y la ética del trabajo.
