La lucha por el reconocimiento, que se juega en la dialéctica del señor y el siervo, no es un momento paleohistórico, sino un proceso estructural que late en toda configuración intersubjetiva, y, por ello, está presente, como fundamento, en el avatar del espíritu objetivo y en concreto en el camino que conduce a la construcción de una comunidad ética: en la sociedad civil por cuanto en esta se juegan las condiciones de posibilidad de una subjetividad que sea auténticamente universal.Por ello, la sociedad civil no sólo es el lugar donde se juega esa lucha, sino, al mismo tiempo, el único espacio en el que se puede resolver.