El Hospital de Mujeres de Calatayud, obra pía de D. Pedro y D. Luis Martínez de Luna a finales del siglo XVII, representa la idea de asistencia sanitaria que predominaba en la Edad Moderna peninsular: En primer lugar, se trata de un caso de patronazgo nobiliar que debía asegurar a sus fundadores una presencia en el espacio urbano y en la memoria de sus vecinos; en segundo lugar, una racionalización de la asistencia sanitaria que empezó a situar en su lugar la curación del cuerpo —como puede dar idea el completo cuerpo médico con que va a contar y el literal de las Ordinaciones de 1739 que regula el funcionamiento del nosocomio bilbilitano—; y, en tercer lugar, una muestra de la evolución de la beneficencia a través de una dotación económica basada en propiedades urbanas y rústicas lo suficientemente cuantiosa como para satisfacer las necesidades que genera el funcionamiento del propio centro con esta capacidad asistencial y elevado número de camas y entregar, además, limosna a las mujeres que son dadas de alta documentada a principios del siglo XIX. Su desaparición se produce en un momento de crisis económica, producto de la Primera Guerra Carlista, y la necesidad de poder mantener un hospital municipal que hiciese las veces de general.