Una start-up es definida como una empresa destinada solucionar problemas de maneras no obvias, donde el éxito no está garantizado de antemano y, solo en los casos de éxito efectivo, se adquiere un crecimiento rápido y significativo (Robehmed, 2013). Ejemplos clásicos de start-ups serían Facebook, Uber o AirBnB que, con comienzos modestos, pero con ideas innovadoras, se convirtieron con el paso del tiempo en empresas de ingresos millonarios. Una de las tantas preguntas al respecto sería la siguiente: ¿cómo lograr una start-up de éxito a sabiendas que el éxito no está garantizado a priori y, aún más, que la gran mayoría de estas fracasan?