Celso Víctor Torres, “Palma ancashino”, nació en Caraz (Villa San Idelfonso, capital de la Provincia de Huaylas) el 28 de julio de 1860 del matrimonio de Eusebio Torres y Antonia Figueroa. Interesan poco los detalles de su instrucción primaria y secundaria, menos aún su quehacer administrativo; sí vale referimos a la circunstancia que ejerciera la Escribanía del Estado desde 1888, porque, acaso, en el trajinar cotidiano de viejos y empolvados papeles y causas judiciales pudo captar la variable temática de sus Tradiciones caracinas. Tras el diario ejercicio de escribano, a partir de 1903, amplía la frecuencia judicial con el ejercicio de la notaría pública, hasta su fallecimiento acaecido el 12 de noviembre de 1918, a las nueve treinta de la mañana en la propia ciudad de Caraz. (Torres Guerrero, 1957, pp. 19-13).
Torres, además de tradicionista, cultivó el periodismo en La Prensa de Huaylas, diario fundado en 1893 por Javier Ramírez; Variedades, importante revista limeña de Clemente Palma. No soslayables son sus colaboraciones para La Opinión Nacional y El Tiempo; también sus escarceos poéticos, publicados por el bibliógrafo hispano Carlos Prince, bajo el título de Nueva Colección de Yaravíes y Huaynos Peruanos y que el citado editor volvió a publicar en 1903, con el simple rótulo de Yaravíes y huaynos, en selección de cuarenta y cinco canciones (p. 55 ). Torres calificó a estos versos de “obra chabacana”, Prince lo registra en su Boletín bibliográfico, puntualizando en el prólogo de la segunda edición: “cada nota es un agudo puñal que atraviesa de punta a punta el corazón”. (El Correo del Perú, diciembre de 1875).