Según los datos de la Organización Mundial de la Salud, 41 millones de personas mueren cada año por las enfermedades no transmisibles (ENT), lo que equivale aproximadamente al 71% de las muertes que se producen en el mundo, y al 77% de las muertes en nuestro continente. Las principales causas de mortalidad informadas son las cardiovasculares, cáncer, respiratorias y diabetes. Las enfermedades crónicas no transmisibles afectan la calidad de vida de las personas, y se les atribuye a ellas una alta carga de enfermedad (69% para nuestro continente). En gran medida son reducibles y hasta evitables, disminuyendo por un lado los principales factores de riesgo modificables (alimentación inadecuada, inactividad física, consumo de tabaco y alcohol), promoviendo conductas y entornos saludables (alimentación saludable, actividad física, ambientes libres de humo, límites al consumo de sodio y de alcohol); y por otro, facilitando el acceso a la salud para la detección temprana, control, seguimiento y tratamiento oportuno de las mismas. Sin embargo, durante la pandemia COVID-19 se observan obstáculos para el acceso a la salud y prevención.