A principios de los años treinta del siglo XIX, existían en la capital dos coliseos principales, el de la Cruz y el del Príncipe, avalados ya entonces por una historia de casi tres siglos y que contribuyeron al esplendor del Romanticismo como núcleos de los estrenos de los dramas españoles más destacados. Sin embargo,durante esa década comenzaron a abrirse otros teatros más pequeños y gestionados por particulares (denominados “secundarios”, “de segundo orden”, “de segunda categoría” o “subalternos”), los cuales también acogieron algunos estrenos significativos y coadyuvaron a la variedad artística del Madrid romántico.Los teatros más relevantes que se inauguraron en los treinta fueron –por orden cronológico– el de la Sartén (1 de octubre de 1830), el de Buena-Vista (26 de junio de 1837) y el de las Tres Musas (1 de junio de 1838). El segundo de ellos es el que tuvo una trayectoria más dilatada y rica, hasta principios del año 1876, y precisamente en ella se centra este artículo.