Este artículo analiza el discurso de la subjetividad y la teoría crítica de la interseccionalidad a través de un análisis detallado de las tres anti-heroínas picaresca-celestinescas: Elena, Zara/María, y Méndez, retratadas en la novela medievalizadora, La hija de Celestina (1612), de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo. Se profundiza en la protagonista Elena, que emerge como un personaje atropellado y subyugado, así como gravemente condicionado por la raza, el género/sexo y la clase (un producto clásico de la interseccionalidad). Así, ella radicalmente personifica la subjetividad. Elena también surge como el producto maléficamente hermoso del capitalismo explotador que sobresale como un «Yo» monstruoso y frankensteiniano, cuando trata de invertir la pirámide social del poder y del control masculino. Hay un tercer aspecto de la subyugación de las mujeres en la novela, en la que debido al temor y misoginia predominantes en el Siglo de Oro, el estado patriarcal y autoritario vigila los cuerpos femeninos invariablemente en un estilo panóptico foucaultiano. Les disciplina y castiga groseramente, especialmente a Elena, la mujer fatal, y posteriormente los convierte en cuerpos dóciles.