La mundialización ha sido acompañada de cambios abruptos en todos los campos. En los últimos años, la posibilidad de una pandemia fue difundida. Sin embargo, los países no estaban suficientemente preparados para hacer frente a este hecho. Los resultados –en los comienzos y, ahora, ante un rebrote importante–, muestran las consecuencias nefastas que impactan sobre los sujetos, las organizaciones y los mismos contextos macro-nacionales. De hecho, la pandemia –al menos en los países de América Latina, con diferencias– ha puesto al descubierto las “deudas” de los gobiernos de cara a las desigualdades ya existentes que tienden a reafirmarse y las “deudas” en materia de formación de competencias para hacer frente a las nuevas exigencias del mundo laboral. Todo ello aún en tiempos de democratización de la educación y de ciudadanos “cultos y alfabetizados”. El actual escenario post Covid-19 pone el acento sobre la necesidad de repensar la realidad a partir de aproximaciones renovadas e integradoras.
Nuestra perspectiva, inscripta en las ciencias sociales y humanas, ha siempre siempre sistémica sui generis. Aquí, retomamos la misma a través de tres (3) modelos complementarios, desarrollados en investigaciones empíricas (1978-2015) y, después de revisitar los últimos paradigmas de la “ciencia” y colocados bajo el escenario que plantea el post Covid-19, nous acercamos a un nuevo paradigma entendido como “lenguaje de base”. En efecto, recuperamos los ejes o marcadores de nuestros modelos anteriores incorporando ahora otra perspectiva que re-sitúa a la persona/al ciudadano en medio de círculos autosostenidos: la sociedad y la cultura. Esto es, al sujeto (de derechos y deberes) así como a la necesidad de solidaridad y de respeto (valores culturales y éticos). La experiencia mundial nos muestra que, para hacer frente a la crisis, las ciencias exactas se han reunido con otras, como la política (políticas públicas y geopolítica), la medicina (del trabajo, epidemiología, infectología, inmunología, genética,…), la economía, la sociología (en especial, la sociología de las desigualdades), la educación (campo que deberá renovarse pronto para evitar el abandono con sus consecuencias sobre el plano del trabajo y de la realización personal), la tecnología, entre otras. Solo la reunión de todos los campos en una perspectiva sistémica y trabajando en problemas concretos (pertinencia/transferencia), podrá ayudar a salir de esta crisis. Pero, lo que define la nueva perspectiva bajo el encuadre global, es el rol de la persona/ciudadano. Ella se ha vuelto central. ¿Por qué? La experiencia ha evidenciado que, incluso si los sistemas macro-nacionales y meso-organizacionales han hecho un gran esfuerzo para paliar la situación, nada cambia si la persona no toma consciencia de la importancia de recuperar valores olvidados, de conocer los “límites” sin caer en determinismos, de abandonar una cierta anomia extendida para el imperio del individualismo craso bajo el viso de progresismo, de revalorizar una falsa libertad. La libertad nos define como hombres, como personas pero “se halla limitada por situaciones estructurales”si mira a dignificar al sujeto, al otro y al planeta. Somos libres para asumir las responsabilidades colectivas y sociales y tomar consciencia de la importancia del impacto de nuestras decisiones y de nuestros comportamientos sociales sobre el sistema englobante. De allí el nombre de este paradigma o lenguaje de base: Paradigma Sistémico de la “Nueva Normalidad”