Many of the world's largest agribusinesses and their NGO grantees have launched an aggressive public relations offensive claiming highly capitalized monocropping is the only food regime with the production efficiencies needed to both protect the environment and feed a growing population. We critique the proposition as the latest evolution in declensionist greenwashing. In the context of a new land rush in Africa, where 60% of the world's undeveloped farmland remains, Big Food apologias are shifting from what have long been defensive maneuvers covering for the sector's destructive practices to brazen rationalizations such practices are the sole means of saving the planet. The narrative seeks to justify devolving food security into the hands of a small cartel of agricultural conglomerates pressured by the kind of land loss and environmental damage the industry helped bring about in the first place. There are eminently viable alternatives, however. Communal projects in conservation agriculture embody living refutations of the agribusiness program. With the right state support, these latter efforts, some already feeding millions, are in a demonstrably better position to sustainably feed and employ local populations, support broad food sovereignty, and protect wildlife, health and the environment for generations to come. Muchos de las compañías de agronegocios más grandes del mundo y sus ONGs han lanzado una agresiva ofensiva de relaciones públicas argumentando que el monocultivo altamente capitalizado es el único régimen alimentario con las eficiencias productivas necesarias para proteger al medio ambiente y alimentar a una creciente población mundial. En este artículo cuestionamos esta idea como el más reciente lavado de cerebro declesionista. En el contexto de una nueva fiebre colonizadora en África, adonde se encuentran el 60% de las tierras cultivables poco desarrolladas, la apología de la “Big Food” está girando de maniobras defensivas de las prácticas destructivas del sector a una racionalización de la idea de que tales prácticas son la única forma de salvar al planeta. Estas narrativas buscan justificar la necesidad de dejar la seguridad alimentaria en manos del pequeño cártel de conglomerados agrícolas, debido a la pérdida de tierras y los problemas medioambientales actuales, que la industria contribuyó a causar originalmente. No obstante, existen, evidentemente, alternativas viables. Proyectos comunales de agricultura conservacionista refutan rotundamente el programa de los agronegocios. Con el adecuado apoyo del estado, estos esfuerzos (algunos de los cuales ya alimentan a millones) están en una posición claramente mejor para alimentar y emplear poblaciones locales en forma sustentable, para garantizar la soberanía alimentaria y para proteger el medio ambiente y la salud por varias generaciones.