Biopolítica en estado puro
Breathless from the strained vigilance, breathless from the oppressiveness of the stuffy night-air… Hermann Broch, The Death of VirgilHay distancia en la obra de Carlos Echeverría Kossak. Cierta reserva, cierto cinismo que le permite apartarse de una parte de la cotidianidad y verla de lejos. Sin asumir compromisos, mantiene abierta la posibilidad de fragmentar estructuras y, desde la contemporaneidad, se acerca a aquello que Peter Sloterdijk encuentra en la modernidad estética: «Un procedimiento en el cual no se aplica fuerza sobre personas o cosas, sino sobre relaciones culturales inexplicadas» (2009: 79).En esta serie que Echeverría Kossak preparó para la primera edición de post(s), esas relaciones inexplicadas provienen de sistemas de ordenamiento y control, de aparatos burocráticos donde el individuo no existe. Lo que existe es la multitud que, como los obreros de Metrópolis de Fritz Lang, marcha abocada día tras día a cumplir una serie de labores que mantienen al sistema en pie; a cualquier sistema. Echeverría Kossak no apunta hacia ningún régimen específico, pues todos funcionan con los mismos fundamentos y a cambio otorgan la posibilidad de satisfacer los apetitos sexuales, las hambres de poder, las ansias de escalar socialmente. Otorgan breves escapes, regulan y dosifican el placer, atentos siempre al cumplimiento de las normas del buen comportamiento. Biopolítica en estado puro.El espacio que el artista crea representa esa estructura con una colección de figuras fetiche —modelos del canon clásico, edificaciones poderosas, armamento de guerra— que tejen una narrativa cuyos símbolos parecen venir de un sistema orwelliano, en el cual 1984 no es un libro de ficción, sino un manual de estilo.En esta serie, Echeverría Kossak deja por un momento la pintura y experimenta con el collage. Sobre el papel blanco, levanta leves volúmenes de otras tonalidades de blanco para crear la sensación de planos espaciales; pega edificaciones, objetos y personajes cortados con delicadeza, dibuja conexiones. Construye escenas con imágenes tomadas de esa despensa infinita que es Internet, y, con el gusto de un coleccionista que sabe que algún día servirán para algo, las guarda en carpetas.Estos collages y la narrativa que los une se apegan a una reflexión que Jacques Ranciere hace a propósito de la estética como política: «Estas microsituaciones, apenas distinguibles de aquellas de la vida cotidiana y presentadas de un modo más irónico y lúdico que crítico y denunciante, apuntan a crear o recrear lazos entre los individuos, a suscitar modos de confrontación y de participación nuevos» (2004: 28). Así, con una mirada que se distancia del poder para no perder la consciencia crítica, esta serie abre un horizonte disidente. post(s).