Las familias españolas y occidentales tienen problemas en la comunicación diaria. Esa incomunicación también se da en los distintos niveles del sistema educativo: la ESO, el Bachillerato, la FP y la Universidad. Esto afecta a nuestra juventud entre los 13 y 18 años, que, salvo ejemplos excepcionales, vive desorientada sobre qué quiere hacer con su vida. A pesar de la existencia de orientadores en los centros educativos, la escasez de recursos humanos en esa tarea, unida al obsesivo objetivo por aprobar cursos y la EvAU, está lastrando la formación y orientación de nuestra juventud. Preguntas decisivas que todos nos hacemos a lo largo de la vida u otras que afectan a las relaciones interpersonales, intergeneracionales y sociales no se abordan de frente porque las personas, las familias, los centros educativos, desde los institutos hasta las universidades, y las instituciones administrativas y políticas las están obviando. En este artículo se recurre a las experiencias de vida para reflejar nuestro tiempo, y la necesidad de mejorar los hábitos cotidianos practicando una educación interdisciplinar en formación vocacional, inteligencia emocional y sentimental, educación cívica y moral, formación histórica, instrucción jurídica, educación intergeneracional o en la mirada crítica sobre los medios de comunicación y las redes sociales. La metodología aplicada será la filosofía de la razón vital e histórica y la teoría de las generaciones de Ortega y Gasset y de Julián Marías (Marías, 1961: 1). Además, se recurre a estudios nacionales e internacionales para aportar información, conocimiento y análisis clarificadores.